TODO MAFALDA

TODO MAFALDA

Editorial:
EDIC. DE LA FLOR
Año de edición:
Materia
Antología, Obras Completas
ISBN:
978-950-515-694-8
Encuadernación:
Cartoné
Colección:
< Genérica >
$ 980.00
IVA incluido
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-¡Encantada! Dice una dama chistosa cuando la presentan a cierto humorista centroeuropeo-: ¡Me fascinan sus obras! -Pues yo lo lamento por usted -responde el humorista abochornado-. Admirar a un humorista y llegar a conocerlo, es como disfrutar del foie gras de oca y un día conocer la oca. AI autor de las páginas que leerán ustedes a continuación le ocurrió algo parecido a lo de la dama dichosa de la anterior anécdota, que es una historia auténtica; sólo que en la mía la oca tuvo final feliz. Durante muchos años disfruté todos los días con las tiras de Mafalda (el foie gras), aunque reconozco que, en realidad, el verbo disfrutar es un poco optimista: muchas veces Mafalda me perturbó, me conturbó y me llenó de angustia. De todos modos, la estudié con admiración; la cité en polémicas públicas con políticos y gobernantes, mientras ellos disparaban párrafos de Kant y de Churchill; escribí acerca de ella; coleccioné sus libros; pegué a la pared de mi despacho algunas de sus tiras; participé en mesas redondas sobre la terrible niña y sus amiguitos; la defendí de extremistas de izquierda y de derecha; regalé a mis hijos afiches y parafernalia mafaldiana, para disimular que me los estaba regalando a mí mismo; y descubrí asombrado que esos muñecos articulaban muchas cosas que yo sentía o pensaba pero era incapaz de expresar. A lo largo de esos años -más de veinte- llegué a tener amigos comunes con Quino (la oca) y a saber que él sabía que yo era su admirador, como la dama dichosa. Pero no logré conocerlo. Un par de veces que visité Buenos Aires, Quino estaba en Milán. Y la única vez que he ido a Milán, Quino estaba en Buenos Aires. Hasta que la tarde del 4 de enero de 1990 recibí en mi apartamento de Madrid una llamada del Pelado Eduardo Galimberti, un buen amigo de los dos que ambos heredamos del Negro Fontanarrosa. -¿Querés conocer a Quino ? Venite ya para mi casa, que estamos reunidos aquí. Creo que no le dejé terminar la frase. Metí en el bolsillo del chaleco a Pilar, mi mujer -la pobre es tamaño Libertad-, salí atropelladamente, recorrí a velocidad de Fórmula Uno el kilómetro y medio que me separaba del edificio del Pelado Galimberti y subí las escaleras a trancazos, porque el ascensor me parecía muy lento. Pero cuando el Pelado abrió la puerta y divisé a Quino, que desde un sofá estiraba la cabeza con sonrojo y curiosidad, quedé paralizado. Yo, que caí a los pies de Pelé hablando un milagroso portugués sin saber palabra de la lengua cuando pude conocer a o Rei; que tuve la frescura de llamar compadre a Joan Manuel Serrat y cantar a dúo con él "La Verbena de la Paloma " el día que me lo presentaron; que invadí los camerinos de Les Luthiers descolgándome por una ventana trasera para que me firmaran un autógrafo, me sentía ahora incapaz de dirigir palabra a Quino. Lo grave es que Quino sufre de timidez enfermiza y, al verme pasmado, se pasmó también. Pasaron así un par de minutos, hasta que Quino reaccionó. Con un gesto nervioso.

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