A Ooshad, joven guerrero y cazador, lo embarga la preocupación por que perdure el recuerdo de su pueblo, de su origen prehispánico, de ahí su propósito de mostrársela a los antiguos dioses por medio de un ritual. En otro plano está Ofelia, una mujer con la necesidad de investigar sus raíces indígenas. Ambos personajes tienen un asombroso encuentro, enmarcado por las antiquísimas pinturas rupestres esparcidas por el territorio del estado de Sonora, en las que el pasado y el presente confluyen hasta confundirse.