DIARIO ÍNTIMO

DIARIO ÍNTIMO

Editorial:
SEPAN CUANTOS...
Materia
Novela, Narración
ISBN:
978-968-452-160-5
Páginas:
440
Encuadernación:
Rústica
Colección:
< Genérica >
$ 100.00
IVA incluido
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"Si de las mil cuatrocientas páginas de mi diario se salvan quinientas, es mucho, acaso es demasiado". Así decía Amiel en 1876. En seguida de su muerte los primeros editores de los Fragmentos del Diario íntimo respondieron a esa tímida ambición. Publicaron en 1883 y 1884 los dos pequeños volúmenes, readaptados en la quinta edición de 1887, que han labrado la fama de Amiel, y que sucesivamente reimpresos desde entonces, hasta alcanzar ediciones de treinta mil; fueron traducidos a diversas lenguas. Gracias a esa selección escrupulosamente realizada, la fama ha ido elevando lentamente al autor del Diario íntimo al primer rango entre los moralistas de lengua francesa, puesto preeminente que nadie le discute hoy. De uno a otro crítico, entre todos aquellos cuyo juicio reproduce el verdadero sentimiento de innumerables lectores dispersos en todos los países, los considerados son, sin duda, diversos, pero la conclusión es unánime: en el amplio discurso que registra en el curso de los años el pensamiento continuado de la humanidad, Amiel ha pronunciado palabras que permanecen inmutables, con el mismo sentido, acento y giros que su genio les dio, y, al cumplirse el centenario de su nacimiento, hay una coincidencia universal que rinde homenaje en él a uno de los exploradores más audaces, a uno de los grandes descubridores del alma humana. ¿Pero no habrá llegado la hora de hacerle hablar de nuevo, y de enriquecer, al menos con algunos volúmenes de unos centenares de páginas más, la confesión extraída del enorme manuscrito? Tal es la tarea que yo me he propuesto realizar al recibir el precioso depósito, celosamente mantenido durante cuarenta años lejos de toda mirada. Empresa es ésta fácil sólo en apariencia. Dentro de los métodos sencillos que la erudición aplica a toda clase de textos, la conciencia, la predilección y el sentido estético tienen muy reducido espacio. Por ello no liberan al editor que quiere y debe seleccionar, de una ansiedad a veces dolorosa. Los editores de 1883 conocieron bien esa ansiedad, y, para dominarla, adoptaron los principios que dan a esa obra su fisonomía original. Pero por mi parte me propongo seguir otros, y precisamente para desenvolverlos, describiendo el manuscrito del Diario íntimo y relatando su historia, me dirijo a los lectores curiosos de comparar este nuevo texto con el texto consagrado; no han de buscar en esta obra una biografía de Amiel, que tampoco quiso escribir Edmond Scherer al presentar los primeros Fragmentos, ni contienen tampoco estas páginas un juicio más acerca de un hombre que pasó la vida juzgándose a sí mismo; pero sí se complacerán sin duda al verse informados completamente acerca de una obra que es más apreciada vida juzgándose a sí mismo; pero sí se complacerán sin duda al verse informados completamente acerca de una obra que es más estimada cuanto más se familiarizan con ella. Una biografía auténtica de Amiel debe ser precedida por su correspondencia. De ella poseo hoy una parte, y me esfuerzo en reunir cuanto pueda hallarse aún entre otras manos; porque desearía poseer el tiempo y las energías necesarias para publicarla a continuación de esta nueva colección de Fragmentos. Espero se me perdone el hablar deliberadamente en primera persona. Bien quisiera imitar la admirable reserva de aquella que escribió el Prefacio de la edición de 1883, pero para ello necesitaría recurrir a artificios de lenguaje que me parecen vanos. Delicados escrúpulos retenían a la noble mujer a quien se debe la revelación pública del Diario íntimo, y es ella, legataria del manuscrito, la que me hizo su heredero para después de su muerte. Pero de esta responsabilidad, que me parecía ardua, no he querido aceptar sino la obligación moral de aprender a conocer mejor el Diario íntimo, una vez liberado de su cautiverio, a fin de hacerle conocer mejor a mi vez. Relato aquí sencillamente lo que me han enseñado los papeles que fueron confiados durante un tiempo al cuidado de dos personas conmigo, o de los que me fueron legados personalmente. Todo mi esfuerzo ha sido puesto al servicio del pensamiento y de la voluntad, inciertos, de Amiel.