Les explico qué tengo en la cabeza todo el tiempo antes de empezar a escribir estas líneas. Es una imagen que lleva a un intérprete y a una canción, pasando por un protagonista literario y un director de cine estrafalario y muy barroco y su última película, el final de su camino como creador, y otra canción, Locomotion, y a unas hermosas mujeres que dan miedo y a un poeta inglés muerto hace más de trescientos años. Dicho esto, vamos allá. La habitación está a oscuras si exceptuamos el haz de luz que emite una bombilla enroscada a una lámpara en el techo. Esta es la imagen. La lámpara es metálica, del tipo túnel de mira o bacía de barbero, apaño del yelmo de don Quijote, y perdonen desde ahora, si no lo he hecho antes, esta digresión en lo que es un prólogo de un libro de ese poeta inglés del siglo XVII, que se vino a llamar John Donne (1572-1631). Esa imagen me lleva a otra inducida por el recuerdo.