Yo miraba y no creía lo que veía. Apenas podía mantenerme erguido tras recibir aquella fuerte impresión. Si fue duro comprobar la maestría del joven Buonarroti, más lo fue recibir un golpe moral de semejante calibre: me habían dado donde más me dolía. Al ver el rostro del David lo había reconocido. No me cupo ninguna duda. Ese rostro perfecto lo conocía hasta en sus más insignificantes detalles. Lo reconocería entre un millón de jóvenes: mi adorado Salai: infiel y despegado, ingrato y egoísta, Salai. La historia de Leonardo da Vinci es maravillosa, intrincada, misteriosa: Fue hijo de una mujer humilde y un importante notario, que fue separado de su madre a la edad de 5 años. Fue alumno de Verrochio, con quien aprendió todas las técnicas de pintura y escultura. Además de ser artista, fue inventor, arquitecto, cocinero, músico, organizador de fiestas... Trabajó para Ludovico Sforza. Fue amigo de Boticelli y preceptor de Rafael Sanzio, tuvo un enfrentamiento profesional y personal con Miguel Angel Buonarroti a causa de Salai, el modelo del David. Entre sus obras destacan La última cena y Mona Lisa o La Gioconda, ésta última fue su más querida pieza, que encierra secretos y sucesos importantes del Renacimiento europeo que se revelan en esta deliciosa novela.
