La serenidad no es una de las cualidades de la mirada que se detiene en la masonería. De una manera casi inevitable queda atrapada por los vórtices de los sublime y lo grotesco: se le ve como un grupo que fue capaz de crear el Estado laico y que dio sentido a las luchas libertarias, pero también como a una organización dedicada a actividades diabólicas cuyo único fin es la dominación absoluta. Las conjuras -de uno u otro signo- siempre se asoma al referirse a los masones y sus logias. Cuando se escribe o se habla sobre la historia de la masonería en México, las disyuntivas tampoco se hacen esperar: desde finales del siglo XVIII no han faltado quienes los han mirado como enemigos jurados del catolicismo, como los hombres que sólo intrigaron para adueñarse del poder e instaurar la desgracia, la rapiña y la entrega del país a los más oscuros intereses; por si lo anterior no bastara, tampoco son pocos los que -sin fuentes comprobables- sostienen que la masonería controla a una buena parte de los políticos y, por ende, las logias son las culpables de todos nuestros padecimientos. Sin embargo, la historia de la masonería en México es mucho más interesante que una conjura caso luciferina; está ligada a la política y al poder, aunque no de la manera como suponen los conspiradores. Esta obra cuenta del surgimiento de las organizaciones políticas y sus cambios hasta el momento en que los partidos de masas irrumpieron en nuestro país; abre la posibilidad de descubrir los mitos y las verdades, los hechos y los supuestos, las palabras de bronce y aquellas que calman por el cuchillo y la horca.
