Como seres humanos, somos conscientes de nosotros mismos. Cada uno de nosotros tiene un fuerte sentido de sí mismo que procede de su unicidad y que parece llevarnos naturalmente a preguntarnos quiénes somos y de dónde venimos. Más que ningún otro animal, tenemos una profunda necesidad de conocernos. Durante miles de años, el ser humano ha intentado responder a la pregunta sobre su origen, sobre su lugar en el mundo natural y sobre su relación con las otras formas de vida. La religión y la filosofía proporcionan vías para explorar estas cuestiones; junto a ellas, la ciencia busca respuestas en el mundo que nos rodea. Esta aproximación empírica a aquellas cuestiones ha revelado secretos extraordinarios sobre nuestro pasado, permitiendo que nos remontemos en el tiempo para reconstruir nuestro árbol genealógico y conocer a nuestros ancestros. La perspectiva de la evolución nos ofrece una rica y profunda comprensión de nosotros mismos, y nos sitúa, como especie, en nuestro propio contexto biológico y ecológico. La evolución a través de la selección natural puede llegar a producir una gran diversidad y complejidad a lo largo del tiempo, pero eso no equivale a u00abprogresou00bb. La evolución se desarrolla por caminos impredecibles y sorprendentes, y es maravilloso darse cuenta de que la aparición de nuestra especie sobre la Tierra no era algo inevitable, y de que tras los grandes logros de nuestras civilizaciones se halla a menudo la casualidad.
